"En la de la Virgen de los Reyes, de los Sastres, formó
parte de su junta de gobierno durante más de treinta años, en los periodos de
decadencia hasta situarla en su mejor momento de esplendor. En San Ildefonso
rezaba cada día ante la Madre, la que es Reina del Cielo y la Tierra. Le
gustaba la intimidad de aquel templo, el retiro que procuraba el silencio
eclesial, las campanillas del convento próximo anunciando la oración y, sobre
todo, la cercana presencia de la Virgen fernandina,
con el Niño hermoso sobre su regazo, y en la semipenumbra de la capilla
recordaba las historias que le contaba su tata Eduarda, en aquellas tardes de
verano donde las palabras intentaban mitigar la canícula de la siesta, sobre la
recuperación de la ciudad a los moros, y cómo la Virgen protegió al Santo Rey y
a sus huestes en las batallas que se libraron, y que ondeaban un pendón,
enarbolando el valor para guiar en la victoria, y que aquellos alfayates habían
recuperado realizando un nuevo pabellón en el tiempo en el que Rey Carlos I
acudió a la ciudad para contraer matrimonio con Dª Isabel de Portugal, un
pendón que seguía en custodia de la hermandad como evocación de los nobles
procederes de los cofrades que tanto amaban a La que tenían como patrona y
guía, la Divina Costurera, Ésa que da pespuntes en los corazones para
confeccionar y atar al alma el amor a Dios. Un pendón que aún salía en
procesión para recordar que en esta tierra se venera a la Madre de Dios como
Reina y Señora y es además el mejor trono donde se asienta El que tiene la
Verdad inscrita en su Rostro de Niño, el que todo lo puede, el que todo lo da,
el Hijo de Dios, el de la serenidad y la paz, del amor y la armonía, el Niño
donde se nace a la Misericordia y el perdón, el Niño que siendo Dios concede a
su madre la Regencia de su poder"
Estas
fueron las bellísimas palabras que dedicó a nuestra Santísima Virgen y a
nuestra Hermandad el pregonero de las Glorias Antonio García
Rodríguez el pasado viernes.
Nuestro
eterno agradecimiento.
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